Analizamos en el primer capítulo de este informe las primeras consecuencias en términos económicos, de empleo y relacionados con nuestros mecanismos de cuidados. Y lo hacemos de esta forma porque somos conscientes de que necesitamos rearticularnos (en la salud, en la dependencia, en los niños, en la conciliación, en el empleo…) junto a los demás si queremos rearmarnos para el futuro. El shock de la economía y su impacto en el empleo evidencian las contradicciones en nuestras formas de sostenibilidad de la vida.
Pero las consecuencias de esa profunda y rápida herida no se han percibido por igual en todos los sectores sociales. Ni el relato que deviene de cada uno de ellos es el mismo. Analizaremos en próximos informes las consecuencias de la crisis de la COVID-19 en el conjunto de la población. En el análisis del segundo capítulo nos vamos a centrar en el espacio de la exclusión social grave. Hemos realizado esa elección porque son las personas más alejadas del centro social. Eso ha constituido un factor histórico de su invisibilidad. Hemos medido algunos de los componentes de los tres grandes ejes de la exclusión social: el económico, el político y ciudadano y el social y relacional. Nuestra primera mirada en esta crisis pretende cuantificar la evidencia de los que más pierden.
Por último, es ineludible, desde la perspectiva de este informe que intenta trazar algunos aspectos prospectivos del futuro, abordar algunos de los retos que nos esperan. La desigualdad, la pobreza y la exclusión social; las políticas sociales públicas; la fiscalidad; el cambio climático y la adaptación de nuestro sistema productivo; la evolución de los valores sociales; los retos del tercer sector de acción social; el papel de la Unión Europea, etc. Estos serán algunos de los aspectos que abordaremos en relación a nuestras perspectivas. (Texto extraído de la publicación)
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